martes, 30 de julio de 2013

La impaciencia del corazón (Stefan Zweig, 1939)

“Hay dos clases de piedad. Una, débil y sentimental, que en realidad sólo es impaciencia del corazón para liberarse lo antes posible de la penosa emoción ante una desgracia ajena, es una compasión que no es exactamente compasión, sino una defensa instintiva del alma frente al dolor ajeno. Y la otra, la única que cuenta, es la compasión desprovista de lo sentimental, pero creativa, que sabe lo que quiere y está dispuesta a aguantar con paciencia y resignación hasta sus últimas fuerzas e incluso más allá”


Que Zweig cause el efecto que causa no debería de extrañar, pero con todo y la predisposición a adentrarme en la psique de sus personajes, La impaciencia del Corazón me ha causado una muy grande. Ya con esa diferenciación de los tipos de compasión tenía la sensación de tener en las manos algo grande.

A pesar de la identificación irremediable que me produce Toni, el personaje que me hizo entrar en conflicto fue el de Edith, una mujer que representa algo de lo que menos me gusta en los humanos, el chantaje emocional, la victimización exacerbada, ese o me amas o me mato que me causa urticaria, es la mismo tiempo quien más pena me produce... sí, pena, de esa parafraseando a Zweig es un mecanismo para alejarse de la desgracia ajena y si, mea culpa, no lamenté que al final la insufrible Edith cumpliera su amenaza y se lanzara al vacío.

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