El 8 de marzo, no es un día para celebrar, es un día para recordar que en el mundo no hay igualdad, que la mitad de la población vive permanentemente en situación de inequidad, que las cosas están mal. También es un día para seguir en pie de lucha, no para competir con los hombres en plan de quien es mejor que el otro, sino para ser iguales, para luchar por lo mismo.
Yo no soy feminista, no soy machista, no veo diferencias entre hombres y mujeres, más de las que veo entre las mismas mujeres, o entre los hombres, veo personas, veo individuos con características que los hace únicos (si, aun cuando algunos se esfuerzan por ser más de lo mismo), no creo en la deformación del lenguaje como reivindicación de nada (la @ es una medida o una referencia para los correos electrónicos, no un signo linguístico), no me gustan las acciones afirmativas, ni la discriminación positiva (discriminación es discriminación), no voy a aplaudir ningún esfuerzo que me convierta en un segregado de la sociedad, no me gustan los institutos de las mujeres, las leyes para las mujeres, antes de ser mujer soy persona, mi ley es la misma que la que protege a los hombres, los principios básicos que reconozco están contenidos en la constitución; las leyes especiales, las políticas especiales solo me recuerdan lo poco que hace el gobierno (elijan cualquiera) para que las estructuras sociales generen igualdad, una ley de acción positiva no es la solución, no para mi... no me gusta la discriminación positiva porque es solo un placebo; si, me queda claro que en determinado momento son necesarias, que muchas sociedades las ven como logros, pero una ley no soluciona nada, una medallita al cuello el 8 de marzo no soluciona nada, un listón es solo un listón hasta que le demos verdadero significado, hasta que las cosas cambien realmente.
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