David Gelb, dirige el documental sobre Jiro Ono, Jiro dreams of sushi (2011), un Shokunin (職人), una especie de chef artesano del sushi y sobre la forma en la que dirige y funciona su Sukiyabashi Jiro, su pequeño, gran restaurante de sushi (sushi exclusivamente) de solo 10 asientos.
El documental va narrando la incansable búsqueda de la perfección culinaria, Jiro y su hijo mayor dejan alma y corazón en esa tarea, el reconocimiento ha sido absoluto, él ha revolucionado la idea del sushi, lo selecto de su restaurante, la atención personalizada, la planeación de cada comida.
El complejo mundo del sushi se conoce por medio de los ojos de Jiro, los caminos que recorren para encontrar los mejores ingredientes, la idílica relación de quien sabe comprar un buen atún, mientras cuentan que Jiro no toma descansos, que ni el día que se otorgó a su restaurante las 3 estrellas Michelin dejó de estar pendiente de cada detalle, trabajando en la búsqueda de la perfección, la que siente que no ha alcanzado.
Un crítico de comida, sus dos hijos (el menor de los cuales tiene su propio Sukiyabashi), sus aprendices, un ex aprendiz y sus proveedores pintan el cuadro con los detalles que pudiendo ser técnicos, suenan más bien artísticos, sobre el funcionamiento del restaurante y la incansable labor de Jiro y su heredero; la parte personal es un viaje que se emprende en los recuerdos del Shokunin, por la relación que se ha dibujado de lo dicho por sus hijos y por las fotografías, imágenes y su regreso en compañía del realizador a sus origenes.
Las imagenes y la forma en que se trata cada variedad de sushi y lo selecto de sus ingredientes hizo que me pasara la mayor parte del documental con la necesidad imperiosa de comer sushi... su sushi... su presentación del tamagoyaki nigiri (el sushi de huevo) parece irreal de tan perfecta.
El documental es tan entretenido que no se nota el tiempo, además las comparaciones musicales con el sushi de Jiro son una delicia.
Igual de impresionante es la claridad de la filosofía que ha impregnado su trabajo, sus posturas firmes en la vida, su amor al sushi, por el que ha dado todo. El documental esta muy bien hecho, es fácil de ver, más fácil aun de dejarse seducir por las imagenes de cada sushi, la música que ahce de todo un desfile musical.
Mención especial requiere la crítica final por la perdida irremediable de las especies marítimas, el recuerdo que si se toma más de lo que el océano permite se destruye ya la larga simplemente te vas quedando sin opciones.
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