Nunca me han gustado las historias sobre niños, no es algo que pueda explicar, o quizá si, pero la idea básica es que no me gustan las historias para niños, sobre niños, pero suelo dejarme sorprender y en tema de libros, soy menos quisquillosa al respecto que con las series y películas (quizá debería decir que no me gustan las series/películas para niños, sobre niños).
Neil Gaiman es el autor de
Coraline (maravillosa y oscura), de
Stardust (fantástica) y también el escritor de
El libro del Cementerio, la fantástica historia sobre
Nobody Owens y su vida en, pues eso, un cementerio.
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The Graveyard Book illustration by Dave McKean |
¿Quién no amaría a un pequeño niño que no solo ve fantasmas, sino que vive con ellos?, Bod Owens es un personaje que me voy a guardar en el corazón para siempre, quién puede resistirse a un nombre como Nobody Owens, Bod para los amigos. La premisa es fantástica, una noche una familia es asesinada, para ser exactos 4 miembros de una familia son asesinados, el homicida busca al bebé, que debería estar en su cuna para matarlo, pero el bebé que ignora que corre peligro decide salir a explorar y como ve la puerta abierta sale y llega al cementerio, el hombre (nunca más oportuno) que lo busca también llega al cementerio, pero resulta que los muertos que lo habitan han decidido proteger al niño y otorgarle la ciudadanía honorífica del cementerio. De esa manera el niño, Nobody, se salva e inician sus aventuras, padre adoptivos fantasmas, un peculiar y misterioso tutor, un bruja, una niña traviesa, puertas a otros mundos, seres fantásticos, pero sobre todo la historia de como uno es uno, sin importar el nombre.
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The Witch’s Headstone by Chris Riddell |
Por si la historia fuera poco, que no lo es, el libro tiene ilustraciones estupendas, hay varias ediciones,
Chris Riddel y
Dave McKean son los ilustradores, cada uno en su estilo le aporta ese algo más al libro.
El Libro del Cementerio es una maravilla, es una historia perfectamente contada, con personajes que se han vuelto parte mía, no imagino mi vida sin ese pequeño niño enfundado en ropas que no le ajustan que sabe hablar todos los dialectos que se deben saber (y que son terriblemente útiles llegado el caso), que encuentra puertas a mundos atemorizantes y que se deja querer.